
Marco Aurélio García, MAG para quienes lo querían y admiraban, nació en Porto Alegre el 22 de junio de 1941. Estudió Derecho y Filosofía en la Universidad Federal de Río Grande do Sul y cursó en la Escuela de Altos Estudios y Ciencia Sociales de París. Como buen historiador se negaba a hacer futurología, y como buen militante, dejaba a la voluntad el lugar correspondiente.
Comenzó su carrera como concejal en Porto Alegre, en el sur de Brasil, en los años ‘60, como miembro del Partido Comunista Brasileño (PCB). Cuatro años más tarde, tuvo que huir de la dictadura brasileña y partir al Chile de Salvador Allende. Tras el golpe de Augusto Pinochet, se vio obligado a hacer lo mismo, pero hacia Francia.
Fue capaz de unir las más diversas tradiciones latinoamericanas y articular lo nacional y popular con el progresismo, la nueva izquierda de los ’60 o la izquierda más clásica. En el caso de la Argentina, esa habilidad le permitió tejer un amplísimo sistema de relaciones tanto con el alfonsinismo, el socialismo y la CTA, como con el peronismo.
Después de haber sido secretario de relaciones internacionales del Partido de los Trabajadores y profesor de Historia Contemporánea en la Universidad de Campinas, asumió el cargo de asesor especial de Lula da Silva el 1.º de enero de 2003. Lula no se despegaba de él en ningún viaje al exterior, y además, contaba con su sangre fría frente a los momentos de crisis.
No le gustaba emitir juicios. Por eso, cuando opinaba sobre nuestro país, usaba un tono conjetural y dejaba preguntas abiertas. Sabía ponerse en lugar de los aliados, e incluso, comprender los intereses de los adversarios o enemigos sin olvidar sus objetivos. Así, se convirtió en un maestro de la unidad sudamericana. La fraternidad, el buen humor y el compañerismo fueron sus pilares a lo largo de la vida.